Viernes

Viernes, 24 de enero de 2025
Querido Edu,
¿Pero qué es esto, mi amor,
de que estás como una potra salvaje?
¿Que no hay forma de quitarte los relajantes musculares,
que tienen que tenerte bien sujeto con sedantes
porque si no te da por trotar desbocado
como si el hospital fuera una pradera?
Te imagino.
Con ese cuerpo tuyo, testarudo.
Con ese carácter que ni dormido se rinde.
Y me entra una mezcla de orgullo, susto y ternura
que no sé por dónde sacar.
Viernes otra vez.
Y mira que me estoy adaptando a todo:
a estar lejos de los niños,
al hospital,
al cansancio.
Pero lo que de verdad no llevo nada bien
es este viernes sin nuestro vermut.
El nuestro.
Ese que solo tenía sentido contigo.
¿Quién aguanta que me coma todos los boquerones
mientras tú te quedas con las olivas?
¿Quién deja que le robe el último calamar
sin refunfuñar?
Esto no es vida, gordo.
Pero sí, cari.
Me voy adaptando.
Al principio, Cruces fue un mazazo.
Me sentía como si el mundo se me hubiese dado la vuelta.
Fue muy duro.
No estar con los niños,
esa angustia,
la incertidumbre.
¡Coño!
Que no saber qué iba a pasar
me pesaba muchísimo.
Pero mira,
ya no me ahogo con las dudas.
Ni con las croquetas de mi madre.
Cada día me siento más fuerte.
Como si estuviese haciendo una maratón emocional
y de repente me doy cuenta
de que tengo piernas para llegar.
Ahora entiendo mucho mejor cómo funciona todo,
cómo avanza tu proceso,
y sobre todo,
cómo enfrentarme a esto
sin que el pánico me dé una patada en las costillas.
Que hay que ver, amor,
de lo que eres capaz con tal de ser el favorito.
Huno ya hasta lleva su propia americana
para parecerse más a ti.
Y está más formal que un notario.
Y Barbi,
aunque no lo diga,
la muy bruja,
sé que está conspirando
para robarme terreno contigo.
Vamos,
que cuando despiertes,
te vas a encontrar una competición
por ver quién te quiere más.
Pero ya sabes,
yo juego con ventaja.
Te aviso que hasta he aprendido a decir Maite Zaitut en euskera.
¡A ver quién puede superar eso en casa!
Y aunque el día se me llena de costumbres nuevas,
de fuerza prestada,
y hasta de alguna risa,
cuando llega la noche
todo se vuelve más quieto.
Más verdadero.
Es ahí cuando más te echo de menos, Edu.
No puedo dormir si no estás a mi lado.
Esa rutina tan nuestra...
Tú acariciándome mientras miras algo en la tele,
y yo,
en ese tira y afloja de intentar dormirme
antes de que enciendas tu motor nocturno.
Porque claro,
una vez empiezas a roncar,
ya no hay vuelta atrás.
El descanso se vuelve misión imposible.
No cambiaría nada de eso.
Ni los ronquidos,
ni tus esfuerzos por apagar la tele justo a tiempo
para que yo caiga rendida antes.
Ese pequeño gesto tuyo,
tan simple,
es lo que más echo en falta.
Es tu forma de cuidarme,
de hacerme saber
que siempre estoy en tu pensamiento.
Solo espero que la carta de hoy haya sido el toque
que necesitabas
para calmar un poco el huracán que llevas dentro.
Es normal, cariño,
que aún no estés para hacer saltos mortales.
Pero estoy junto a ti
para aplacar lo que haga falta.
Con la misma serenidad de un gato,
mirando a un perro.
Tú sabes.
Te quiero.
Te extraño.
Te necesito, amor.
Of corsa – B.