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Querido Edu

Querido Edu
Photo by Bharath Kumar / Unsplash


Querido Edu,

Durante sesenta días te escribí
mientras dormías.
Cada mañana.
Cada noche.

En esa habitación donde el aire era espeso
y el tiempo no se movía,
solo hablaban las máquinas.
Y mi voz.

No sabía qué hacer con las manos.
Ni con el miedo.
Así que escribí.

Te hablé de los niños.
De lo que comíamos.
Del café que se enfriaba antes de llegar a la mitad.
Del cielo detenido tras los cristales.
De los pasillos que aprendí de memoria.

Te conté cosas pequeñas.
Como quien deja migas en el suelo,
por si podías volver.
Por si aún estabas.

Diciembre acababa.
El principio fue leve.
Una fiebre persistente.
El cuerpo que dolía.
La respiración distinta.
Un cansancio que no se parecía al de siempre.

Fuiste al médico.
Dijeron que era una gripe.
Paracetamol.
A casa.

Pero tú sabías que no.
Desde el primer día.
Lo repetiste una y otra vez:
“Algo no va bien”.
Nadie te creyó.

Regresamos a urgencias.
Ardías.
Temblabas.
Vomitabas.

Y aún así, seguiste insistiendo.
Con la voz baja,
con la dignidad intacta:
“Nunca me he sentido así.”
A casa.
Otra vez.

La última vez que volviste,
ya no podías sostenerte.
Te sentaste.
Te recostaste, exhausto,
sobre la mesa de la consulta.
“No es normal,” dijiste.
Te dejaron hablar, pero no te dieron voz.
No te examinaron, no te midieron el oxígeno.
Nadie respondió.
A casa.

Solo unas horas después llamábamos a la ambulancia.

Llegaste al hospital con un 26% de oxígeno.
Te indujeron el coma.
Y empezó el silencio más hondo.

Desde ese día, mi amor,
desde ese 5 de enero,
cada palabra fue una forma de sostenerte.
De no dejarte caer del todo.
De recordarte el camino.

Este blog nace de eso.
De todo lo que no se quiso ver.
De todo lo que se desatendió.
De todo lo que amamos.

No escribo para despedirme.
Escribo para que no te borren.
Para que no reduzcan tu historia a una línea clínica.

Porque tú ya no puedes hablar.
Y yo,
yo no voy a callarme.

Esta fue nuestra batalla.

Y aunque el 5 de marzo tu cuerpo eligiera descansar,
aunque el mundo siguiera como si nada,
yo sé que ganamos.

Porque todo lo que fuiste,
todo lo que diste,
todo lo que sembraste en los niños y en mí,
sigue.

Sigue ardiendo.
Sigue empujando.
Sigue de pie.

Esta, Edu,
fue tu victoria.

Te amo.
of corsa – B.