La cafetera

Martes, 21 de enero de 2025
Querido Edu,
Tengo miedo,
tu cuerpo está viviendo entre márgenes.
No mejora,
pero tampoco se rinde.
Solo resiste.
Sin moverse,
pero latiendo.
Tus pulmones se agitan
como si le estuvieras reprochando algo a la vida,
muy bajito, desde dentro.
Tus cifras se disparan.
El oxígeno no basta.
Las alarmas suenan.
Esta semana, los médicos han valorado sedarte más.
Inducirte a un coma más profundo,
con barbitúricos.
Era el último recurso.
Una frontera.
Una forma de apagarlo todo,
arriesgada,
pero a veces necesaria.
Te habrían desconectado un poco más de ti mismo.
Para salvarte.
Para que el cuerpo no se rompiera.
Al final, no ha hecho falta, mi amor.
Ajustaron la sedación.
Te estabilizaste.
Permaneciste.
Como siempre haces.
Te han hecho la traqueotomía.
Un corte limpio en el cuello.
Una vía directa.
Otra forma de seguir.
Dicen que fue bien.
Ahora respiras sin el tubo que te desgarraba.
Ahora es distinto.
Menos invasivo.
Más tuyo.
Y nadie trae grandes noticias.
Y mientras tú peleas desde dentro,
aquí fuera la vida no se detiene.
Y los niños, Edu…
los niños están haciendo algo que no sé si me rompe o me salva.
Barbi.
Trece años.
Está absolutamente deslumbrante.
Se ha apoderado de la casa.
Pone el lavavajillas.
Maneja al chacho —el robot aspirador del demonio—.
Cocina pizzas en el horno.
Se asegura de que no falte rollo de cocina
para que no te estreses cuando vuelvas.
Le ha quitado el mando de la cafetera a Margaret,
que no se apaña ni para nutrir al bicho de café.
Ha decidido que todos los cacharros son suyos.
No tiene miedo a nada.
Y como siempre,
aunque no tenga fuerzas,
aunque nadie se lo pida,
aunque no haya ganas,
ella sigue cumpliendo.
Hace los deberes.
Entrega las tareas.
Se presenta a los exámenes.
Y saca nota.
Sin quejarse.
Como si no quisiera pesar más de la cuenta.
Como si supiera
que esa también es una forma de cuidarnos.
El otro día se deshizo de la prueba de vistas de Tecnología
aterrada porque no había podido preguntarte las dudas.
Lo bordó.
Por supuesto.
Huno, alucinado con la independencia de su hermana,
en un arrebato de sabiduría,
la ha nombrado CEO de la familia.
Por su parte, él ha venido a Bilbao.
Ya sabes: es más sensible a los cambios.
Necesita sentirse cerca.
Estar lejos le agobia.
Aquí algo dentro de él se calma un poco,
la ansiedad se le posa más leve.
A pesar de todo, está bien organizado.
Ha hablado con sus profes del insti para ponerse al día con los trabajos.
Ha contactado con la autoescuela para coordinar los plazos del examen teórico.
La verdad es que parece que está tomando las riendas,
con bastante seriedad y responsabilidad.
Y yo pienso que cuando todo esto termine,
el recibimiento va a ser épico.
Porque si Barbi ha conquistado la casa,
Huno ha alcanzado el nivel de “responsable máximo”,
y yo sigo haciendo malabares para no perder la calma,
cuando vuelvas seremos un equipo invencible.
Eso sí:
no olvides que la niña ha puesto su veto a la cafetera.
Luego no se te ocurra hacerla funcionar si no le pides permiso.
Es que cariño, a veces creo
que si te lo cuento todo
cuando despiertes no va a dolerme tanto.
Como si escupirlo bastara.
Como si dejarlo por escrito evitara que me desgarre
cuando tengas que volver a leerme en voz alta.
Pero no es verdad.
Nada salva.
Solo quiero que no se te borre
lo que fuimos en este tiempo sin ti.
Porque yo también he estado
fuera de mí.
Hay noches en que creo escucharte al fondo,
como si volvieras muy despacio,
muy deshecho.
Y yo te diría:
haz lo que tengas que hacer con tu cuerpo,
pero vuelve.
Aunque no seas el mismo.
Aunque me rompas al volver.
Vuelve.
Te espero con todo listo.
Todo está en marcha,
menos yo sin ti.
Te amo,
Of corsa – B.