¿Donde estás, Edu?

Martes, 11 de febrero de 2025
Querido Edu,
¿De verdad tengo que hacer esto sin ti, mi amor?
¿Avanzar?
¿Decidir por los dos?
¿Sostener una vida que construimos juntos sin saber si tú vas a venir?
¿En serio?
Marzo se acerca.
Y me asfixia.
Marzo significa volver.
Empieza la temporada.
No va a esperar.
Volver a todo lo que era nuestro.
A esa vida que era tuya y mía,
y ahora me toca llevar sola.
No puedo posponerlo más.
Tengo que coger el relevo y no estoy lista.
No me veo capaz.
Porque sin ti no entiendo nada.
Porque tú no estás y yo tengo que inventarnos desde cero.
Lo que siempre fue tarea compartida,
de pronto depende solo de mí.
Pero es como levantar un edificio
con las manos rotas y los planos en llamas.
Ya entonces nos desbordaba.
Era una marea salvaje,
un animal sin correa que apenas lográbamos contener.
Y ahora me arrastra.
No hay descanso.
Solo la certeza de que algo va a romperse
y no sé si seré yo,
o todo.
Camino sin freno,
empujada por una vida que ya no entiendo,
que no quiero,
que me devora.
Y mientras afuera todo me exige,
aquí dentro sigue librándose otra contienda.
Una más.
Cada día una distinta.
Leti no estaba hoy.
No puede estar siempre.
En su ausencia, Mónica ha tomado el mando.
Y cariño… ojalá pudieras verla.
Ojalá supieras lo que provoca.
Tiene algo que no sé nombrar,
una forma de estar que me tranquiliza,
aunque estemos en mitad del caos.
Es firme sin ser brusca.
Clara sin ser dura.
Toma decisiones sin temblar,
pero siempre con esa humanidad que no pesa, que acompaña.
Me dan ganas de llorar solo con mirarla.
De soltarme un poco.
De rendirme un segundo.
Y lo he hecho.
Hoy he confiado en ella.
Porque vi en su voz la certeza de quien no se ha dado por vencido.
Y eso, esta vez, era más de lo que podía pedir.
Suyo el control,
ha subido los antibióticos.
Otro bicho ha aparecido.
Sin nombre.
Te ha quitado el relajante muscular.
Y como si aún no fuera suficiente,
como si todavía creyera,
te ha puesto en prono.
Con el ECMO conectado.
Con todo lo que eso arriesga.
Con esas cánulas que te atraviesan el cuerpo.
Una entra por la yugular.
Otra sube desde la femoral, arrastrando tu sangre hacia fuera.
No son tubos.
Son mangueras.
Autopistas gruesas, flexibles, que bombean lo que tú no puedes.
Te recorren por dentro como raíces negras.
Te sujetan a la vida.
Y si una sola se mueve mal…
todo se detiene.
Girarte así, con ese sistema vivo colgando de ti,
es una locura.
Una ruleta cargada.
Por eso no se hace.
Por eso casi nunca se hace.
Porque da miedo.
Porque basta un milímetro para que nada vuelva a ser igual.
Y entonces ha pasado.
Ha mirado a ese miedo a los ojos y ha dicho: ahora.
Mónica.
Que ha decidido que esperar ya no basta.
Que hay que empujar.
Y Edu, no sé si funcionará.
Pero sentir que alguien toma el timón,
que alguien aún cree que hay algo por salvar,
me ha dado aire.
Porque lo que están haciendo contigo no es protocolo.
Es fe.
Fe sin red.
Es brutal.
Es hermoso.
Es todo lo que aún nos queda.
Y aún así, Edu…
no dejo de preguntarme si estás sufriendo.
Si todo esto —esta batalla, esta máquina, esta espera—
te está arrancando algo que ya no podrá tornar.
Si tu cuerpo, tu mente, tu risa,
están soportando más de lo que deberían.
Me parte imaginarte ahí dentro,
sin voz, sin defensa,
librando una guerra de la que no puedes escapar,
ni pedir tregua.
Y me aterra pensar que, si regresas,
sea mermado.
Cansado.
Roto.
Que lo hagas desde un lugar tan oscuro
que ya no podamos encontrarnos.
Pero te esperaría sin condiciones.
Aunque no recordaras nada.
Aunque tus ojos ya no encontraran los míos.
Aunque tu forma de mirarme se desvaneciera.
Aunque todo lo que fuimos se hubiera perdido en el camino.
¿Dónde estás, Edu?
¿Queda algo de ti ahí dentro?
¿Me oyes?
¿Aún quieres volver?
Te lo suplico.
No me hagas hacerlo sola.
No me dejes volver en marzo sin ti.
Te quiero, te quiero, te quiero.
Aunque me muera de miedo.
Of corsa_B