Con ella. Conmigo. Con las dos.

Sábado, 1 de febrero de 2025
Querido Edu,
Y querido amor, querido cuerpo mio.
Hoy es sábado y sigues ahí.
Tendido como una bestia extenuada.
Atado por todos lados.
Sujetado a esta vida por plástico, por protocolos, por máquinas que zumban como enjambres.
Leti no sabe ya qué más afinar.
Te tiene alineado como si fueras un experimento que no reacciona.
Te ajusta. Te calibra. Te mide cada hora. Con precisión de relojero.
Y nada.
Ni un gesto.
Ni una señal.
Ni un soplo de cambio.
Tu cuerpo está cercado.
Drenaje en la pleura. ECMO. Diálisis. Traqueo. Respiradores.
Todo para mantenerte a flote.
Pero ni siquiera pueden alimentarte.
¿Lo entiendes?
Ni alimentarte.
Tus tripas están muertas.
Paradas.
No se mueven. No procesan. No permiten.
La vía nasogástrica es un tubo ciego. Un tubo que no lleva a ningún sitio.
Como meter comida en la boca de un muerto.
Intentan por vena.
Lo que pueden.
Lo que el cuerpo permite.
Pero el hígado, colapsado, colestásico, dice no.
Dice no a todo.
No metaboliza. No filtra. No ayuda.
Todo lo que podrían darte por ahí está limitado, recortado, retenido.
No entra. No se asimila. No nutre.
No es que comas poco.
Es que no comes.
No es que falte un poco de energía.
Es que te estás muriendo también de hambre.
Como si el cuerpo no tuviera bastante,
le quitan hasta el derecho a sostenerse.
Nunca ha llegado lo que necesitas.
Nunca.
Y sin embargo estás.
Aferrado.
Tenso.
Resistiendo sin reservas.
Una fiera herida que no se entrega.
Todo limpio.
Todo en orden.
Todo afinado.
Y tú…
ni un click, ni un clac.
Ni un puto gesto.
Ni una rendija que se abra.
Nada.
Leti no lo entiende.
Me pregunta.
Una vez.
Otra.
Cien.
¿Tuvo fiebre?
¿Dijo que le dolía algo?
¿Estaba más cansado de lo habitual?
¿Dónde estuvisteis?
¿Vio a alguien?
¿Comió algo raro?
¿Cambió algo? ¿Un medicamento? ¿Una rutina?
Y yo.
Yo ahí.
Con las manos vacías.
Las tripas vacías.
El alma vacía.
No tengo nada, Leti.
¡Nada!
Estaba encendido.
Estaba vivo.
Estaba más vivo que todos.
Dormía bien.
Te besaba bien.
Se desbordaba de risa.
Comía con esa alegría feroz que era solo suya.
Cantaba en la ducha, silbaba bajando las escaleras.
Tocaba a los niños con ternura y sin prisa.
Me miraba como si acabara de encontrarme por primera vez.
Hacía planes.
Tenía fuerza.
Tenía futuro en los ojos.
Y aun así, pasó.
Así, sin aviso.
Sin grieta.
Sin anticipo.
Me mira como si todavía pudiera salvarte desde lo que yo diga.
Pero yo no tengo historia clínica, Leti.
Solo tengo amor.
Solo tengo ira.
Solo tengo este cuerpo al que ya no puedo tocar.
Se calla.
Aprieta los labios.
Se le están rompiendo las manos por dentro.
También a ella.
Y tú ahí, quieto.
En modo no.
En tu puta rebelión muda.
Y si algún día decides moverte, por favor que sea con ella delante.
Hazlo en su turno.
Que se está dejando la piel.
Que no duerme por ti.
Que busca hasta en lo que ya no tiene nombre.
Que me abrazaba con rabia, con los brazos apretados,
como si también ella necesitara agarrarse a algo vivo.
Ya no es la médica.
Es una mujer reventada.
Como yo.
Dos mujeres exhaustas, sin defensas,
una frente a la otra en mitad del box,
pegándonos el cuerpo para no derrumbarnos.
Yo tiemblo.
Ella no habla.
Y ese abrazo es lo único que nos queda.
La única forma de seguir un rato más.
Hazlo con ella.
Conmigo.
Con las dos.
Pero hazlo.
Por ahora quédate.
Ahí.
Colgado de mil cables y de mi voz.
No te vayas.
No te vayas todavía.
Perdona el tono.
No estoy enfadada contigo, amor.
Todo lo contrario.
Te admiro.
Te admiro con todo lo que soy.
Porque solo tú podrías atravesar este apocalipsis así:
intubado, conectado, inmóvil y aún así invencible.
Solo tú podrías resistir este infierno sin rendirte ni un milímetro.
Eres un gigante.
Mi gigante.
Lo que pasa es que el miedo me puede a veces.
Me atraviesa sin pedir permiso, me arde en la garganta,
y entonces grito.
Pero no es furia contra ti.
Es amor que se me sale por las costuras.
Te quiero. Siempre
Of corsa_B